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Regalo un díaa de ocio en paquetes despedidas de relax Bolaños de Calatrava . enta. Entra ESTEBAN cantando. ESTEBAN Ya nunca iré a la mar, la mar, que en tierra moriré . Esta canción es infame para un funeral. Bueno, éste es mi consuelo. Bebe [y después] canta. Piloto, grumete, mozo, capitán, artillero y yo queremos a Mara, María y Marián, pero a Catia no, pues maldice al hombre de mar y le grita: «¡Muérete ya!» De brea o alquitrán no soporta el olor, mas deja que

Regalo un día de turismo en viaje despedidas con kayak Cuenca . primera puerta.) JAIME: (Haciendo mutis tras él.) Me tiro cada plancha . (Vase.) MELITÓN: Escucha: a mí me parece que como tu marido le dé a ese muchacho una corriente eléctrica, vamos a tener que amarrarlo con alambres. ELVIRA: Mejor le sentaría una taza de tila; pero en fin, allá él. (Se van por la puerta indicada. Por la segunda puerta entran Nuño y Urraca discutiendo.) NUÑO: ¡No! Estoy hart

Regalo un día de excursión enconsejos para despedidas gymkanas Consuegra . y la miró de arriba abajo. Era una belleza de aspecto inocente, lo cual suscitaba su cólera, ya que con toda probabilidad no era tan pura como aparentaba. Eso le volvía loco. No es posible que seas tan estúpida dijo. Luego la remedó : «No deseo casarme con usted, señor.» Saltó del secreter y se dirigió hacia ella . Dios es testigo de que no se me ocurre cuál puede ser la razón. Jamás conseguir

Regalo un día de paquetes despedidas de relax Bolaños de Calatrava . ma vez desde que se dio cuenta de que ya debería estar de vuelta en el hábitat se encaramó a una de las pequeñas lomas y miró a su alrededor. No había nada a varios kilómetros a la redonda. Que no cunda el pánico. Que no cunda el pánico. El polvo era como una suave cúpula de ladrillo que se alzaba sobre su cabeza, circunscribiendo el mundo. Se había alejado demasiado. Resultaba sencillo desorienta

Regalo un día de viaje despedidas con kayak Cuenca . antaba nada de polvo, todo se movía en una atmósfera limpia. No había ningún peatón, por allí no caminaba ninguna mujer de mercado hacia la ciudad, como en la patria de Karl, pero de vez en cuando aparecían grandes vehículos planos en los que había veinte mujeres con cestas a la espalda, esto es, tal vez mujeres de mercado, que estiraban los cuellos para ver el tráfico y así alimentar esperanzas d

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